Reflexión de Semana Santa

Panamá, 12 de abril de  2009

El Desafío de Jesucristo


Ilustración / EPASA

El Mesías entra triunfante a Jerusalén, montado en la humilde cabalgadura,
rodeado de gentes con palmas, que tienden sus vestidos a su paso.

Andrés Villa
Periodista y Escritor

 
La última semana de su vida, Jesús la vive intensamente en Jerusalén en un abierto desafío a Fariseos, Saduceos y al Sanedrín, los enemigos de su doctrina. Antes, por tres años había recorrido Galilea, el desierto, los montes y otras partes de Israel, pregonando parábolas, bienaventuranzas y mandamientos que  cambiaron el mundo. Encontramos en el Evangelio de San Marcos una clara cronología de sus entradas y salidas a la ciudad, en esos sagrados días.

Jesús llega el sábado antes de Pascua, desde Jericó a Betania, sitios cercanos a la gran ciudad de Judea, levantando multitudes y refugiándose en casa de sus amigos Marta, María y el resucitado Lázaro. Es allí donde María, derrama sobre su cabeza un vaso lleno de perfume de la espiga del nardo y el Maestro ante la protesta de Judas, asombrado por el despilfarro de tan caro artículo, anuncia su muerte. Jesús dice: “Dejadla que lo emplee para honrar de antemano el día de mi sepultura.” (San Juan, capítulo XIII, vers. 7).

El Domingo de Ramos, Jesús manda a dos discípulos a buscar un borrico, que Él asegura, que nadie había montado. Jesús es el único que sabe dónde está y les dice que no tendrán problema, que sólo mencionen que Él lo necesita. Hasta hoy el nombre de su dueño es un misterio.

El Mesías entra triunfante a Jerusalén, montado en la humilde cabalgadura, rodeado de gentes con palmas, que tienden sus vestidos a su paso. El evangelio según San Lucas dice al respecto que la multitud llena de puro gozo, comienza a gritar “¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! Los fariseos encomian a Jesús a que los calle y Él inicia su desafío diciéndoles: “En verdad os digo que si estos callan, las mismas piedras darán voces.” (S. Lucas, XVIII v. 40). La procesión entra hasta el mismo templo donde Jesús ve lo que sucede por una y otra parte, para luego retirarse junto a los doce, fuera de la ciudad.

El Lunes nos menciona San Marcos un hecho que nos confunde y creemos que no está acorde con los actos divinos de Jesús, pero quizás sí con su parte humana. La maldición de la Higuera. Quizás podemos achacarlas a la angustia que le  ocasionaba la proximidad de su pasión. ¿Por qué Jesús al sentir hambre busca  frutos en una higuera cuando “No era aún tiempo de higos”? (S. Marcos XI. v 13).

Ese mismo día lleno de ira, vuelca los bancos de los cambistas y expulsa a los mercaderes del templo acusándolos de haber convertido la casa de su padre en guarida de ladrones. Recordemos que la economía del Sanedrín, consejo supremo de Judea, residía en la actividad de los diezmos y el comercio en el templo. Jesús no deja que nadie transporte cosa alguna por el sagrado recinto. Así, de esta manera violenta, Jesús consume el día lunes.

El martes, Jesús, regresa al templo en el medio de Jerusalén, pero antes los discípulos observan cómo la higuera se ha secado de raíz. Y se maravillan. Los discípulos todavía no comprenden la naturaleza divina de Jesús ni la calidad de su reino. Prueba de eso es que días antes la madre de Juan y Santiago, le pide que los honre sobre todos los demás colocándolos a cada lado de su trono. A esto, Jesús les contesta que su bautismo será de sangre y les pregunta que sí están dispuestos a afrontarlo junto a Él. Esto no sucede, todos sabemos que al pie de la cruz, sólo Juan acompañó a Jesús.

El miércoles, el desafío doctrinal de Jesús es abierto. En pleno atrio del templo se enfrenta a fariseos  miembros de una tendencia religiosa que se caracterizaba por su rigurosa manera de observar la ley mosaica. También se enfrenta a los saduceos, aristócratas de otra facción opuesta a los primeros.

Ambas facciones tratan que  Jesús cometa faltas religiosas, o que con una frase contradiga a la ley romana. Cristo les pide una moneda romana: y al ver la efigie del César, les dice: “Dad al César lo que es del  César y a Dios lo que es de Dios.

El jueves Jesús sigue predicando al pueblo sobre la falsedad de los faríseos: “Guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía”. En el evangelio de San Mateo, los acusa de rapaces y los tilda de sepulcros blanqueados. Claro estaba que esto fue su sentencia de muerte.

Después de esto se retira y manda a sus discípulos que sigan a un hombre con un cántaro de agua. Él los guiará hasta el sitio donde celebrará su última cena y comenzará en la madrugada su martirio. Jesús muere en la cruz, pero su doctrina revive con Él cuando obra su milagro más grande: revive  de entre los muertos.

El Beso de Judas
Una rara manera de traicionar
Andrés Villa
Periodista y Escritor

“¡Oh, Judas!, con un beso entregas al Hijo del Hombre”. Con estas palabras, presentadas en el evangelio según San Lucas, Jesús recibe al apóstol traidor en las vísperas del viernes, día de su pasión. En un hecho inédito, Judas no señala ni recrimina a Jesús ante sus enemigos, utiliza una falsa señal, lo besa.

Marcos y Mateo, los evangelistas, también hacen alusión al beso de Judas, que fue la señal acordada con los enemigos del Maestro. Aunque San Juan no lo menciona, sí acusa a Judas de traición. Es muy claro que detrás del sacrificio de Jesús en la cruz por redimirnos, y su posterior resurrección que es quizás su mayor misterio, se levanta la figura de Judas, la que es analizada por sicólogos, escritores y teólogos por más de 2,000 años.

Judas planea entregar a  Jesús al Sanedrín, una entidad religiosa y política que se vio desafiada por la nueva doctrina y para eso se separa de los apóstoles en Betania, en casa de Marta María y Lázaro.

Es precisamente allí donde  Judas se escandaliza, pues una mujer derrama sobre el cuerpo de Jesús un costoso perfume con un valor a 300 denarios, diez veces más que la cantidad cobrada por la entrega del Justo.

Judas a lo largo de los cuatro evangelios es tildado de ladrón, codicioso y de sustraer de la bolsa común dinero para su provecho. Pero a través de los tiempos muchos han sido los que han tratado de excusar las faltas de Judas.

Afirman algunos que sin Él no hubiera habido pasión. Que fue un agente importante que ayudó a la misión de redención de Jesús. Otros dicen que obró de esa forma desengañado por la doctrina cristiana que ponía en un primer plano a los pobres y menesterosos y que declaró que su reino no era de este mundo.

Hay algunos que piensan que Judas empuja a Jesús hacia sus enemigos pensando que reaccionará con sus poderes sobrenaturales convocando a legiones de ángeles celestiales que lo liberarían y hasta podría expulsar a los romanos de Judea.

El traidor participa en la última cena, toma vino y mete su mano, junto a la del maestro, en la fuente del cordero pascual y del pan sin levadura. Imagínese usted cómo se sentiría Iscariote cuando se encuentra con que Jesús sabe que lo va a traicionar. Es por eso por lo que la figura del traidor es tan estudiada pues vivió un intenso drama  contra el Hijo de Dios.

Los evangelios afirman que Judas sigue de cerca los acontecimientos del Viernes Santo. En primera fila observa los vejámenes y las humillaciones sufridas por Jesús. No aguantó el juicio, los azotes y la condena a muerte de Jesús por Pilatos, gobernador romano, regresa al palacio de los sacerdotes y devuelve las monedas de plata diciendo: “Yo he pecado, pues he vendido la sangre inocente”. A lo que contestan los fariseos: “A nosotros ¿qué nos importa? ”. (Mateo XXVII)

Judas, Judas, el traidor, el apóstol, seguirá siendo una figura muy discutida quizás porque escogió la forma más rara para traicionar, un beso.

María Magdalena:
¿Santa, endemoniada o prostituta?

Andrés Villa
Periodista y Escritor

¿Qué hay detrás del simbolismo de que María Magdalena fuera la primera persona que contemplara a Jesús resucitado, y por ende, fuera testigo del más grande misterio de la Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Redentor?

Creo que hay mucho para discutir y escribir sobre este hecho, y en verdad que se ha hecho. Fue esta famosa mujer, y no ninguno de los apóstoles, la que tuvo la dicha de ver a Cristo otra vez sobre la tierra, liberado del sudario y fuera del sepulcro. Aunque la Iglesia católica considera a María Magdalena santa y su día es el 22 de julio, no se le ha dado un gran realce a su figura.

Pero ¿quién era María Magdalena? Los Evangelios no son novelas ni cuentos literarios y muchas veces son parcos en información. Según el Evangelio de Lucas, Jesús libró a Magdalena de siete demonios y que su nombre se debe a que era oriunda de Mágdala, una población sobre el Lago Tiberiades, en Galilea.

Estudiar a los cuatro evangelistas, Marcos, Mateo, Juan y Lucas no es fácil y algunas veces todos tocan un episodio de la vida de Jesús y a veces no. Pues los cuatro testifican que la Magdalena fue testigo de la crucifixión, pues estuvo valientemente al pie de la cruz, acompañando a la Virgen y a Juan, cosa que no se atrevieron a hacer once de los apóstoles.

A través de más de 2,000 años, este personaje de los evangelios ha inspirado sermones, y discusiones. Sobre María Magdalena, las leyendas, no los evangelios, han arrojado un montón de estigmas. De que era muy bella, de que era la misma mujer que iba a ser apedreada por adúltera y a la que Jesús libró de sus verdugos con una sencilla sentencia: “El que esté libre de culpa que tire la primera piedra”, (Juan 8, 3-11), de que fue la prostituta que bañó con sus lágrimas y perfume los pies del Señor, y que luego enjugó con sus cabellos, en casa de un fariseo. (Lucas 7, 36-50)

Al estudiar y analizar los tres años de la vida pública de Jesús, es notable que se viera rodeado de menesterosos, ciegos, pobres, niños, cojos, ciegos, endemoniados y hasta de leprosos. Entonces debemos comprender la grandeza de su doctrina y de una figura que nació en un pesebre, que entró triunfante y desafiante a Jerusalén sobre un borrico y que puso mucha atención en las mujeres y la más famosa de ellas fue María Magdalena.

Magdalena, un muy bonito nombre, es la primera que visita el sepulcro y en el camino reflexiona sobre si podrá mover la gran piedra que tapa la entrada, pero su temor se desvanece cuando la ve en el suelo. Es un ángel de rostro resplandeciente el que le anuncia que Jesús ha resucitado, y luego junto a otra María se encuentra con el Maestro, como ella lo nombra.

Otras leyendas hablan de que estaba enamorada de Jesús, que murió en Francia o que se retiró a Ëfeso. Recientemente, María Magdalena es la gran protagonista de una controvertida obra, El Código de Davinci, que asegura que ella tuvo un hijo con Jesús, echando por tierra toda la doctrina de la divinidad de Jesús.

Lo que sí es cierto es que María Magdalena fue una de las grandes compañeras de Jesús, sólo comparada con los 12 apóstoles.

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