El Baile del Loco

Andrés Villa
Escritor

Los pasos de baile del loco cautivaban la atención de todos en la avenida. La elegancia de su ritmo corporal le permitía seguir la música que salía de los altoparlantes colgados de las paredes de aquel almacén de la Central, y al mismo tiempo sortear con destreza la marcha de los grandes autobuses rojos. Astroso, descalzos sus pies, danzaba sobre el asfalto de la calle que hervía con el sol del mediodía. Una gran sonrisa también bailaba en su rostro, dejando ver intermitentes, al son de la canción, sus dientes blancos. En su interior también se movía su alma aturdida.

Las ventanillas de los vehículos cobraron vida y sirvieron de marcos a gestos de admiración. Uno entre los muchos que compraban y caminaban por el lugar, dijo:
--¡Qué bien baila el loco!
Todos se lo repitieron para sus adentros, como homenaje al artista.

En el cerebro del trastornado bailarín, rumbeaban confusas otras claves de sus pensamientos, pero las que se referían a los del ritmo, la cadencia, los compases, la sinfonía y el equilibrio musical se sucedían a la perfección, en aquel efímero y chiflado momento de gloria.

Cuando estaba bien,-- dijo con sorna alguien que al parecer lo conocía,—él bailaba como loco…

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